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LA RINCONADA, SAN PABLO Y YERBA BUENA – GRAVE SITUACIÓN AMBIENTAL

Hace algunas décadas los torrentes de agua que bajaban de la Sierra de San Javier solían frenarse en la espesura del bosque de los conos aluviales del pedemonte, dejando su carga de piedras entre los matorrales y árboles, continuando como agua laminar más mansa por los campos y caminos vecinales.

Los avances de la agricultura hacia el Oeste, hacia el pedemonte de la Sierra, han transformado el paisaje desde Tafí Viejo hasta San Pablo y más al sur aun. Pero en ese ámbito han creado riesgos que antes no existían o eran insignificantes.

Las plantaciones de caña de azúcar ocuparon la geografía entre el área urbana y el pie de la Sierra de San Javier hasta los años setenta, tiempo en que comenzó el proceso de cambio de ese cultivo hacia el de citrus. Es conocido el efecto conservador o “protector” que la caña de azúcar brinda al suelo, por su densidad de follaje en época de las lluvias intensas y por los surcos que frenan los escurrimientos. Los montes de cítricos, en cambio, son implantados “desnudando” con herbicidas el suelo bajo los árboles y entre las filas manteniendo el pasto muy bajo. Todo ello implica que a igualdad de agua caída, en una plantación de limones escurre hasta el triple del agua que sale de un caña-
veral.

Pero algo también extremadamente grave ha ocurrido acompañando al cambio en el tipo de cultivo. La citricultura ha extendido la frontera hacia el oeste, ocupando el pedemonte más allá de donde alcanzaba la caña de azúcar, desmontando los conos aluviales y, en algunos casos, penetrando casi hasta el interior de las quebradas por donde bajan los torrentes, un espacio de fuertes pendientes y caprichosos cauces de agua, donde la ley prohíbe cultivar. La consecuencia de ello es que los aluviones de agua, barro y piedras que bajan de la Sierra en ocasión de las grandes tormentas de verano ya no encuentran el freno del bosque natural, irrumpen en las plantaciones y encuentran terreno libre para escurrir y llegar mucho más lejos hacia agua abajo, hacia el Este, donde vive mucha gente (ver fotos 1 y 2).

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Foto 1 – Irrupción de aluvión con barro y piedras en plantaciones de citrus y paltos de La Rinconada

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Foto 2 – Irrupción de aluvión con barro y piedras en plantaciones de paltos de La Rinconada

Los citricultores, para salvarse de las consecuencias de lo que ellos mismos provocaron, buscan encauzar los torrentes por cauces que les forman según sus conveniencias, enviando las aguas preferentemente hacia caminos vecinales, la mayoría de los cuales van hacia el Este.

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Foto 3 – El agua de los torrentes sale de las plantaciones, después de devastarlas, hacia el camino o calle de Cristo Rey, que cruza la Av. Solano Vera y se dirige hacia la población de El Manantial

Por si lo descrito fuera poco, se ha sumado la actividad de extracción de áridos como factor agravante del problema. En el pedemonte de la Sierra abundan las fuentes de gravas y arenas por haber sido desde hace miles de años el freno de los torrentes ya descrito. Ante la fuerte demanda de áridos para la construcción provocada por el aumento de las obras públicas, las empresas constructoras echan mano a toda fuente disponible sin importar el impacto ambiental que producen. Se inicia con extracción furtiva autorizada sólo por los propietarios de las fincas hasta que las denuncias provocan que la Dirección de Minería actúe como autoridad de aplicación de la normativa vigente y
clausure las canteras. Los socavones de extracción de áridos consolidan cauces para los torrentes y activan enormes volúmenes de material sólido que viajan hacia el este ocluyendo la red natural y artificial de drenaje de la zona.

Por último, hay plantaciones de cítricos que han borrado canales de desagüe construidos cuando eran cañaverales. El agua, en mayor cantidad que en la entonces, corre desordenadamente e irrumpe en ámbitos impensados, provocando serios daños.

 

El panorama descrito se patentiza en el área de la Rinconada y San Pablo. Allí, por las causas expuestas, hay torrentes que bajan de la Sierra que continúan por los caminos vecinales, llenan de ripio los zanjones y cunetas de las calles, invaden fincas agrícolas y establecimientos de diversa índole, destruyen obras camineras y llegan finalmente hacia las zonas de El Manantial y Ohuanta, produciendo inundaciones urbanas. Serios episodios se han producido en los veranos de 2000 y 2001 y también en el 2007.

Desde diversos ángulos se clama por la deforestación de la Sierra de San Javier. En realidad ese proceso sólo se da en el pedemonte, hasta una altitud de 600 msnm aproximadamente. En la ladera del cerro tal deforestación es mínima e irrelevante. Pero los daños que se están produciendo a la vista de organismos de gobierno que se ven impotentes para controlar la expansión “salvaje” de la agricultura y de countries pedemontanos configuran el inicio de un drama ambiental preanunciado.

La transformación, ya en curso, de grandes extensiones de montes de cítricos de La Rinconada en urbanizaciones tipo “country” preanuncia un impacto ambiental de una magnitud inimaginable, imposibles de revertir si no se actúa desde ya con la imposición de criterios racionales en el uso del suelo y manejo de las aguas pluviales, atributo excluyente del Estado.

¿Quién paga los costos del “dejar hacer”?. En primer lugar los agricultores y habitantes de más abajo, La Rinconada, San Pablo, El Manantial y Ohuanta. Ellos reciben todos los impactos y sufren las pérdidas. Luego, el Estado (es decir todos) paga cuando debe
asistir a los inundados, reconstruir caminos, puentes y alcantarillas y pagará cuando deba construir obras gigantescas para dar solución definitiva a un problema que habrá alcanzado magnitudes descomunales, ante la irreversibilidad del mal uso del suelo.

El Estado provincial debe definir el camino a seguir. Deberá optar entre continuar con el “dejar hacer”, agravando todos los problemas hasta el paroxismo o actuar firmemente procurando la sujeción de quienes ocupan y usan el suelo pedemontano a normas de preservación ambiental claras e inapelables, cuya violación implique fuertes castigos. La construcción del country San Pablo significó un proceso de gestión irregular ya que se inició su construcción sin contar con la aprobación del Estudio de Impacto Ambiental (EIA) que prescribe la ley provincial 6253 de Medio Ambiente, es decir prácticamente constituyó un hecho consumado, a pesar de los reclamos y presentaciones realizadas en vano por habitantes de la zona, que vieron como las obras del country ocluyeron las vías naturales de salida de las aguas torrenciales (zanjón Polonio).

Ante los hechos consumados e irreversibles, se presenta como posible salida de las aguas de la zona un canal que capte las aguas del torrente que baja de la Sierra y las conduzca hacia el zanjón Polonio, al este de la Av. Solano Vera o hacia el futuro canal La Rinconada, que desviará al canal Yerba Buena hacia el Arroyo El Manantial (ver «¿Qué hacer con el Canal Sur?» en este mismo blog). Desde el punto de vista ambiental, lo más lógico sería acompañar con una reforestación del piedemonte en los ápices de los conos aluvionales, pero ello constituye una utopía en la realidad actual de la provincia y el país.

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Franklin Adler

Autor Franklin Adler

Ingeniero civil hidráulico, ex docente, consultor y experto en la problemática hídrica del Tucumán y el país. Ingeniero Civil, orientación Hidráulica, de la Universidad Nacional de Tucumán (1969). Fue Jefe de Proyectos de obras civiles e hidráulicas y Jefe de Estudios Básicos en la ex Empresa del Estado Agua y Energía Eléctrica, Jefatura Región I (Noroeste) de Estudios y Proyectos 1969-1985. Fue jefe del proyecto del aprovechamiento hidroeléctrico Potrero del Clavillo (Tucumán y Catamarca) y aprovechamientos de la cuenca alta del río Bermejo (Salta). Ex docente en el Área Hidráulica (Presas de embalse e Hidráulica Básica) de la carrera de Ingeniería Civil de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Nacional de Tucumán (1995-2011). Consultor de empresas privadas y organismos públicos en diversos temas de hidráulica, recursos hídricos y geotecnia. En particular en problemáticas de inundaciones y riesgos hídricos. Fue consultor en geotecnia en numerosas obras como la presa Piedra del Águila sobre el río Limay (Río Negro y Neuquén), de centrales termoeléctricas en la provincia de Tucumán, para el mineraloducto La Alumbrera y líneas de alta tensión para transporte de electricidad.   Casado, tres hijos, seis nietos.

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