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ESCABA – PUDO HABER SIDO PEOR

La gran crecida que ingresó al embalse de Escaba y que éste descargó en la noche entre el 12 y 13 de este abril generó zozobra en las localidades de Graneros y Lamadrid, ribereñas al río Marapa aguas abajo. Se evacuaron miles de personas en esas localidades. Pero, a pesar de la gravedad de lo ocurrido, fuimos relativamente afortunados. Pudo haber sido mucho peor.

El agua ingresada superó el nivel máximo permitido para el embalse llegando más arriba del nivel del camino de coronamiento. No desbordó por sobre todo el dique gracias a sus barandas macizas, que “prolongaron” la altura de éste convirtiéndolo en un dique más alto y con mayor capacidad de guardar agua. Con ello se evitó el “sobrepaso”, que es fatal en diques de tierra (como El Cadillal y La Angostura) y menos grave, aunque muy riesgosa, en diques de hormigón, si están bien diseñados, construidos y mantenidos, como es el caso de Escaba, que data de 1948.

Para afrontar las crecidas, Escaba cuenta con un “manual de operaciones” debidamente estudiado y aprobado por el organismo que regula y controla la seguridad de las presas concesionadas en la Argentina: el ORSEP (Organismo Regulador de Seguridad de Presas, dependiente de la Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación). Si la empresa operadora cumplió con las normas establecidas para el caso, lo deberán definir ese organismo y la Comisión de Embalse y Desembalse del Gobierno provincial, la que también instruye al operador privado sobre cómo manejar el embalse.

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Foto La Gaceta.  

Las evidencias: La crecida que ingresó encontró al embalse a centímetros de su nivel máximo admisible. Luego, siguió subiendo, ya en zona no permitida, hasta acercarse al borde superior de la baranda maciza del coronamiento, pero no la superó. Llegó a cota 632,45 msnm y el borde de la baranda está a 632,80. El pavimento está a cota 631,75. No obstante, el agua invadió la caja formada por las barandas y el piso del coronamiento, ingresando a ese espacio por una abertura de la baranda en la margen izquierda. Llegó a acumularse allí una altura de 0,70 m de agua, la que evacuó por una escotadura abierta en la baranda de agua abajo, generando una cascada que erosionó la ladera izquierda (ver foto).

La hidráulica del vertedero con compuertas indica que, en esas condiciones, si las compuertas se abrían totalmente, los caudales que se hubieran descargado habrían sido mucho mayores y consecuentemente los estragos aguas abajo. A un punto que mejor no imaginar.

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Foto La Gaceta.  Las barandas de hormigón del coronamiento conformaron una batea donde se acumularon 7o cm de agua ingresada desde el embalse por la margen izquierda, la que escapó por una escotadura abierta generando una cascada que erosionó la ladera izquierda (derecha al fondo)

 

De todos modos, había que hacerlo, para evitar el sobrepaso total poniendo en serio riesgo el dique. No había otra opción. Pero al cortarse la alimentación eléctrica a las compuertas, por caída de la línea de abastecimiento de EDET (empresa prestadora de la distribución eléctrica en Tucumán) primero y luego por anegamiento del grupo electrógeno, hubo que accionarlas manualmente, tarea lenta, penosa y a oscuras, sin saberse a ciencia cierta cuánto habían abierto cada una de las siete compuertas sobre el aliviadero. Al no lograrse abrirlas totalmente, salió menos agua del embalse que la que ingresaba y la diferencia se acumuló en él, subiendo su nivel rápidamente. Así las cosas, el caudal de agua que pasó hacia el cauce fue, aunque muy importante, bastante menor que la que hubiera ocurrido si se abrían todas las compuertas. En síntesis, gracias a que no se pudieron abrirlas totalmente, el caudal del río Marapa fue menor. La acumulación en el embalse, producto de una falla, produjo una imprevista pero beneficiosa atenuación, aunque insuficiente para evitar daños aguas abajo. Pero que quede en claro que fue a costa de sobreexigir a la estructura, creando una situación de riesgo inadmisible que podría haber resultado en la destrucción del dique y los pueblos de Graneros y Lamadrid. Afortunadamente, el dique soportó el embate. Una situación tal es inadmisible y se debe operar el dique de modo de evitarla, salvo que se produzca como hecho de la naturaleza que supere todas las previsiones hidrológicas.

No es consuelo para los damnificados aguas abajo, pero pudo ser mucho peor de lo que les ocurrió. La oportuna falla eléctrica hizo menos grave la desgracia. «Dios todavía tiene algo de argentino”. Debemos agradecer entonces que las inundaciones no fueron peores y que el dique mantuvo su integridad en la emergencia.

De todos modos, no confiarse. Hay cosas a corregir para evitar o reducir los riesgos de fallas. Mantener tan alto un embalse en abril es evidentemente imprudente. A juicio de este profesional, hubo responsabilidades concurrentes y quedó en evidencia la endeblez del PADE (Plan de acción en emergencias).

Pensemos en lo que podría ocurrir si se produjera el fenómeno en los diques El Cadillal y La Angostura, que son diques de tierra. En particular el primero, que tiene aguas abajo el conglomerado urbano Gran San Miguel de Tucumán.
Franklin J. Adler (14-04-2015)

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Franklin Adler

Autor Franklin Adler

Ingeniero civil hidráulico, ex docente, consultor y experto en la problemática hídrica del Tucumán y el país. Ingeniero Civil, orientación Hidráulica, de la Universidad Nacional de Tucumán (1969). Fue Jefe de Proyectos de obras civiles e hidráulicas y Jefe de Estudios Básicos en la ex Empresa del Estado Agua y Energía Eléctrica, Jefatura Región I (Noroeste) de Estudios y Proyectos 1969-1985. Fue jefe del proyecto del aprovechamiento hidroeléctrico Potrero del Clavillo (Tucumán y Catamarca) y aprovechamientos de la cuenca alta del río Bermejo (Salta). Ex docente en el Área Hidráulica (Presas de embalse e Hidráulica Básica) de la carrera de Ingeniería Civil de la Facultad de Ciencias Exactas y Tecnología de la Universidad Nacional de Tucumán (1995-2011). Consultor de empresas privadas y organismos públicos en diversos temas de hidráulica, recursos hídricos y geotecnia. En particular en problemáticas de inundaciones y riesgos hídricos. Fue consultor en geotecnia en numerosas obras como la presa Piedra del Águila sobre el río Limay (Río Negro y Neuquén), de centrales termoeléctricas en la provincia de Tucumán, para el mineraloducto La Alumbrera y líneas de alta tensión para transporte de electricidad.   Casado, tres hijos, seis nietos.

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