ÁREA METROPOLITANA DE SAN MIGUEL DE TUCUMÁN
¿QUÉ HACER CON EL CANAL SUR?
El Canal de Desagüe Sur es una obra clave que protege a la ciudad capital de la provincia de Tucumán de los aluviones de agua que vienen del norte y el oeste, desde los departamentos de Tafí Viejo y Yerba Buena, que conforman el área metropolitana del Gran San Miguel de Tucumán. Pero desde hace algunos años constituye un serio peligro metido en el corazón de esa urbe y se ha transformado en un factor atemorizante para la población que vive en sus cercanías y la que transita entre la capital y Yerba Buena.
En 1935 se construyó el Canal Norte para interceptar al arroyo Tafí, que provocaba graves devastaciones en barrios del norte de la ciudad. Restaba proteger el flanco oeste, para lo cual se construyó el Canal Sur, terminado en 1976. Éste recibe otros canales importantes como el Cainzo-Las Piedras y el Yerba Buena, que colectan cursos torrenciales que bajan de la Sierra, desviándolos hacia el río Salí, a un punto de descarga ubicado al sureste de la ciudad (figura 1).
Cuando fue concebido y diseñado en la década de los 60 por la Sociedad Argentina Ingeniero Decio Costanzi, el territorio al oeste del ejido capitalino era apenas urbanizado en Yerba Buena, y el suelo estaba cubierto por cultivos de caña de azúcar y montes cítricos. Asimismo, los datos de lluvias intensas necesarios para el diseño abarcaban un período de tiempo escaso, no suficientemente confiable.
En los cuarenta años transcurridos desde su habilitación, el desarrollo urbano hacia el oeste-noroeste y el régimen de lluvias intensas sumaron caudales mucho más importantes que los empleados para dimensionar la obra, por lo que se produjeron numerosos episodios de desbordes. Además de ello, se pusieron en evidencia errores de diseño, defectos constructivos y deficiencias en el mantenimiento. Todo ello fue produciendo serios deterioros y roturas que no fueron conjurados a tiempo y por lo tanto hubo un efecto dominó que llevó al estado actual de un grado de destrucción superlativo, con desaparición de tramos enteros de revestimientos de hormigón, socavación de fondo e ingreso de abundante cantidad de sedimentos venidos desde los torrentes de la montaña (foto 1).
Un hecho de alta significación respecto de esta obra es que, a raíz de su estado actual de deterioro e incapacidad de conducir caudales, constituye un río descontrolado que atraviesa la ciudad, rodeado de áreas urbanizadas, habitadas y transitadas. El riesgo se agranda verano a verano por el incremento irrefrenable de la urbanización de la cuenca y la falta de acciones de fondo para asegurar la obra.
Luego del verano 2015, en el que se produjeron fuertes roturas adicionales en el revestimiento de la obra, se encararon trabajos que apenas protegerán la obra por escaso tiempo; se invirtieron montos de dinero importantes aunque irrelevantes frente al total necesario para la reconstrucción total. Los resultados serán previsiblemente muy magros, y más vale reflexionar seriamente sobre ello.
La envergadura de la destrucción, los riesgos en juego y la necesidad de obrar con sentido estratégico obliga a evaluar cuáles serían los pasos más lógicos y convenientes para esta obra (foto 2).
En primer lugar, debe quedar en claro que carece de sentido reconstruir la obra para restituirla a su situación original, es decir con las mismas dimensiones y tipo de revestimiento protector de hormigón. Las dimensiones quedaron insuficientes, como ya se dijo, para conducir caudales de la cuenca de aporte modificada por las urbanizaciones. Los revestimientos de hormigón originales mostraron ya su labilidad y su propensión a ser destruidos por la dinámica de la corriente de agua.
Sólo se justificaría desembolsar partidas presupuestarias para reconstruir las numerosas barandas y parapetos destruidos, para evitar la caída de personas o vehículos hacia adentro del canal.
En segundo lugar, debería abrirse un período de al menos un año para la ejecución de un estudio a fondo sobre las reformas necesarias para transformar esta obra de protección contra inundaciones en algo seguro y confiable. Ello incluye detectar los puntos de mayor riesgo donde se pudiere disparar algún proceso de rotura en cadena y desbordes que pongan en riesgo a la población y obras de infraestructura valiosa.
De la etapa inicial surgirán los sitios que requieren reparaciones de emergencia y los proyectos de obras de ingeniería necesarias con un orden racional de ejecución, no el orden dictado por la conveniencia o capricho de políticos, gobernadores o intendentes. Pero paralelamente se deberán establecer principios de ordenamiento territorial, normas de uso del suelo y reservas de espacio para las obras, para evitar que el avance imparable de la urbanización, con sus hechos consumados, inhiba toda acción subsiguiente y condene aún más a la ciudad y sus habitantes a un destino de inseguridad y destrucción. En esto la Legislatura Provincial tiene una gran responsabilidad de
facilitar el camino.
El estudio que debe encararse abarca no solamente el Canal Sur sino todo el conjunto de desagües que evacúan las aguas pluviales del Área Metropolitana al oeste del río Salí (Capital, Las Talitas, Tafí Viejo, Cebil Redondo, Yerba Buena, San Pablo y El Manantial). Los colapsos y la destrucción abarca también el sistema del Canal Norte alimentado por las cuencas torrenciales que vienen de Tafí Viejo y Cebil Redondo. El Canal Yerba Buena, cuerpo receptor de aguas del municipio homónimo, también requiere urgente revisión antes de la reconstrucción (Foto 3).
Disponiendo de un plan racional y ordenado, se podrá encarar la búsqueda de financiamiento de las obras y acciones necesarias. No improvisando, como fue el estilo desde hace treinta años.
Lamentablemente, se ha llegado a la situación actual como producto acumulado de defectos de planificación, imprevisión de crecimiento urbano, expansión sin control ni normas, desidia de organismos responsables, pero, por sobre todas las causas mencionadas, como producto de la mediocridad a la que condena el subdesarrollo y que atraviesa a la sociedad en su conjunto. Tucumán es, inevitablemente, una provincia subdesarrollada con ataduras propias que no pueden ser superadas por sus clases dirigentes ni por los sectores presuntamente dinámicos de la sociedad. Lo peor es que ni siquiera se lo proponen. Pero eso es tema de la sociología.
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